viernes, 23 de marzo de 2012

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA "MEMORIAS DE LETICIA VALLE" DE ROSA CHACEL POR MAITE DEL AMO




Por Maite del Amo

Tertulia del día 22 de marzo de 2012








Es la 3ª novela de Rosa Chacel. Se publicó en Buenos Aires en 1945. En España se publica por primera vez en 1971.
Novela con cierta complejidad que te exige atención. La autora ha delegado la narración y el protagonismo enteramente en una niña de doce años, Leticia, que representa mucho más de la edad que le ha otorgado la autora. Tiene mucho en común con la niña Chacel, pero a pesar de los recuerdos y de las conexiones, la ficción domina sobre lo autobiográfico. Es considerada la novela más conocida, pero según diferentes opiniones seria La sinrazón su obra maestra.
La realidad que se nos presenta es el mundo que ve y que interpreta Leticia, sus sueños, sus fantasías. Un personaje complicado, victorioso desde el principio, una niña que sabe utilizar los adultos de una manera sutil. Un personaje con capacidad de sorprender al principio y al final. Al inicio de la novela nos alerta de algo extraordinario, ” En todo lo de antes no pienso; lo veo dentro de mi; cada uno de mis minutos es uno de aquellos, pero pensar, cuando me pongo a pensar, solo se me ocurre; el día 10 de marzo cumpliré doce años”. ¿Qué nos puede contar una niña de esa edad?
Empieza a jugar con lo oculto, Leticia anuncia un desenlace "inaudito" tomando prestado el término de su padre, y sin dar más datos sobre "lo que sucedió" se vuelca a la tarea de "ir hacia atrás". El tratamiento de lo inaudito es uno aspecto interesante en la novela, lo inaudito de Leticia por lo nunca oído y lo inaudito de su padre por lo monstruoso, lo inconcebible.
La acción se inicia en Valladolid (1910) Leticia pertenece a una familia acomodada, huérfana de madre que vive con una tía. Su padre está ausente, en la guerra de Marruecos. No ha ido apenas a la escuela, es una niña inteligente y autodidacta que devora los libros, provista de una marcada mentalidad hacia la fantasía, a los
acontecimientos secretos y dudosos.
Cuando vuelve el padre de Marruecos herido, se trasladan al pueblo de Simancas Allí, Leticia tiene más libertad, su tía ya no está tan pendiente de ella. Durante un tiempo, todas aquellas cosas que antes le preocupaban dejaron de interesarle, abandona los libros y se dedica a comer y perder el tiempo bajo las amenazas de su tía que se iba a “embrutecer”.
Se incorpora a la escuela del pueblo, por las tardes, a hacer labores y la maestra le propone estudiar música en casa de doña Luisa.
A partir de aquí en que Leticia entra en casa de doña Luisa y don Daniel, es donde se desarrollará toda la trama de la novela, formándose un triangulo infranqueable. La relación que se establece con doña Luisa es de amistad, pasan muchas horas juntas. Aparentemente parece que no acurra nada, no hay apenas acción, es la descripción de un mundo cerrado con un devenir cotidiano aparentemente insignificante.
La novela construye y documenta paso a paso la creciente fascinación de Leticia por don Daniel. Ya la primera vez que vió a don Daniel, tiene un impacto especial para la niña, "Parece un rey moro", le comenta a su amiga cuando pasa por su lado. Del día en que se conocen personalmente, Leticia recuerda vívidamente la experiencia del primer contacto físico con él: “cogió en un puñado todos sus tirabuzones y llegó a su casa "enteramente embebida en este recuerdo".
La sola idea de que don Daniel vaya a ocuparse de su educación tiene a Leticia en un estado de inquietud, temiendo haber perdido los conocimientos adquiridos, resultado de la vida que ha llevado desde su llegada a Simancas a consecuencia de la pereza, el haberse zambullido en el mundo de las mujeres y haber abandonado la concentración de estudio, dice “sentí un asco de ser mujer que me quitó la fe hasta para llorar”
Leticia intuye, desde antes de su primera lección, el carácter competitivo y la tensión emocional que va a entrañar su relación académica con don Daniel. Ambos se embarcan en una batalla casi sin cuartel, en un pulso donde cada uno se mueve con cautela, descubriendo y midiendo sus propias fuerzas y las del otro.
Leticia admira lo muchísimo que él sabe y no puede evitar un gran desconsuelo cuando no puede seguirle. Los conocimientos de don Daniel es algo ante lo que Leticia está totalmente indefensa, que la pueden alejar de él sin que ella sepa cómo oponer la más mínima resistencia.
Celoso él en más de una ocasión por la atención que Leticia presta a doña Luisa, don Daniel se resarce con frases sarcásticas comentando las actividades de ellas dos durante la hora de clase, continuando esta con explicaciones inasequibles para la niña.
La actitud del maestro despertaba en la niña "algo así como una ambición, como una venganza y como una ilusión encantadora al mismo tiempo". En este estado de ánimo se enfrasca Leticia en la tarea de memorizar el poema de Zorrilla, "La carrera", para su recitación en público durante el homenaje que el pueblo rinde a la maestra. Escena curiosa, en la que Leticia se permite corregir a Zorrilla en la escritura de un verso y tacharlo de provinciano. El protagonista del poema es un rey moro y la recitación por parte de Leticia parece como si se lo dedicara a don Daniel. Ella provecha la situación de poder que le da el escenario y desde ahí establece una comunicación de tú a tú con don Daniel, sentado en primera fila, que lo deja, ahora a él, turbado y desconcertado.
Si el arma de don Daniel es su erudición, la de Leticia, que usa con éxito y con plena consciencia de lo que quiere lograr, es la de concentrarse mentalmente en el sentimiento del horror que una vez descubrió en la mirada de él, con el fin de provocarlo de nuevo.
Entre Leticia y Daniel se producen un juego de miradas que ella no llega a comprender, pero le gusta.
En ocasiones la mirada de Leticia parece querer penetrar o absorber físicamente a don Daniel cuando describe su rostro. La atención sobre el cuerpo de don Daniel alcanza el grado máximo de sensualidad y erotismo en el pasaje donde Leticia descubre el torso velado de don Daniel.
Uno tiende a no tomar en serio, o a dejarlos pasar sin darles la importancia que al final resultan tener, todos esos comentarios y observaciones de Leticia sobre don Daniel. Son tomados como fantasías, veleidades, "niñerías" en definitiva.
A pesar del empeño que pone doña Luisa para que Leticia aprenda música, ella está cada vez más atrapada en el juego con Daniel.
Leticia después de hacer reflexiones sobre la incertidumbre y sobre la intuición, toma aire y opina que el relato que está narrando, le parece insípido y monótono, apareciendo sentimientos de angustia y miedo ante secretos inconfesables, preparando al lector para los hechos que acontecerán.
A causa del limitado trato que tenía con él fuera de las horas de estudio, ella hace que aumente el empeño en el juego y la provocación de gestos y miradas que en él despertaba irritación y acritud. Daniel ha de apartar la mirada de ella, le vienen “fantasmas horrorosos”, era exactamente lo que ella quería provocar con sus pensamientos. Lo "no oído" —no sopesado, no tenido realmente en cuenta— lo inaudito, no se disuelve en el olvido, sin todo lo contrario. Sabe encontrar el momento oportuno para aparecer en escena y entonces lo hace con la fuerza de una explosión. No es descrito pero se intuye. Se produce el escandalo, el deshonor. Y don Daniel se quita la vida.
A raíz de una obra de Dostoyewski en la que una niña es seducida por un hombre y la niña se ahorca. También por un escándalo acontecido en un pueblo de Valladolid donde un maestro de escuela seduce a una niña, Rosa Chacel decide hacer una novela en que sea una niña la que seduzca a un señor y sea éste quien se quite la vida.
Esta claridad en el planteamiento, éste llamar a las cosas por su nombre es lo que, sin embargo, jamás se hace en la novela. Para Leticia la palabra "seducción" no existe todavía. La niña se embarca en la tarea de contar una experiencia que no tiene nombre para ella. Leticia describe pero no nombra.
Rosa Chacel nos muestra una novela siendo capaz, de que sin decir nada decirlo todo, y creando tensión entre el decir y el callar.

1 comentario:

  1. Me ha gustado el comentario sobre la novela y los velos que protegen de una luz tórrida el desenlace, que es a la vez el origen del relato en primera persona.

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